Una sociedad de jóvenes que se refleja en las enseñanzas de los adultos

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El consumo excesivo de alcohol es el primer factor de riesgo de muerte para los jóvenes argentinos de entre 10 y 24 años. El segundo es el consumo de drogas. Los accidentes de tránsito, el suicidio y la violencia interpersonal son las tres primeras causas directas de muerte en esa franja etaria.

El pasado 17 de enero por la noche, el país vivió un hecho que conmovió a todos. Fernando Báez Sosa fue brutalmente golpeado en la puerta de una disco de la localidad balnearia de Villa Gesell por un grupo de 10 jóvenes. El joven fue trasladado por una ambulancia al Hospital Arturo Illia, en donde ingresó con múltiples traumatismos y pérdida de conocimiento, y falleció a los pocos minutos. Por el caso fueron detenidos once jugadores de rugby de Zárate -uno de los cuales fue liberado este martes a causa de una falsa acusación- en un caso de violencia desmedida que sacudió a la ciudad costera.

Lo cierto es que las batallas entre pandillas adolescentes y juveniles, madrugadas de comas alcohólicos o por sobredosis de drogas, choques y vuelcos seguidos de muerte y rutas de todo el país en las noches y amaneceres de los fines de semana, suicidios de chicos y chicas y accidentes evitables protagonizados por esa franja de la población debidos a la falta de límites y a la asunción inconsciente de riesgos absurdos, son todas cuestiones instaladas y naturalizadas en la vida de la sociedad.

Algunos de estos episodios adquieren notoriedad, como sucedió con Fernando. La mayoría solo se conoce y se sufre en los círculos de allegados. ¿Qué pasa con los jóvenes de hoy?, se preguntan frecuentemente los adultos. “En nuestra época no era así”, acotan muchos con cierto aire de superioridad. Desde esa perspectiva, habría un problema con los jóvenes, o ellos mismos serían el problema que perturba al mundo adulto. Pero los jóvenes no nacen de repollos mientras los adultos duermen sueños serenos en sus casas. En cualquier sociedad los jóvenes, son reflejo de la realidad de los adultos entre quienes crecen, se forman y construyen sus identidades. Estos hechos devuelven a la sociedad adulta la imagen de un comportamiento cotidiano que se da en todos los niveles sociales, culturales y económicos. Intolerancia, resolución violenta de los desacuerdos, abuso de los fuertes sobre los débiles, celebración de la transgresión, complicidades criminales, discriminación y adicciones socialmente aceptadas.

Carlos Laboranti – Director Ejecutivo