A lo largo de este tiempo de pandemia por COVID-19, hemos atravesado distintas etapa respecto al nuevo coronavirus. Desconocimiento, curiosidad, asombro, angustia, temor y muchas sensaciones que no solo desaparecieron sino que también se fueron acumulando a medida que todavía no tenemos certeza de cuándo acabarán las infecciones con una vacuna preventiva o cuando sanaremos con un tratamiento efectivo para cuadros graves.
Frente a este panorama, es importante tener presente la importancia de afrontar esta pandemia con conocimiento, cuidado, responsabilidad y sin angustia o miedos.
No todos enfrentamos la cuarentena en la misma situación y hay poblaciones especialmente vulnerables, como las personas mayores, los niños y adolescentes y sobretodo los trabajadores del sistema de salud. Es muy difícil planificar mientras estamos en modo de supervivencia. Pero es muy importante pensar estrategias para cuidar, hoy más que nunca, la mayor riqueza del país: los recursos emocionales de todos. Las necesidades de salud mental deben tratarse como un elemento central de nuestra respuesta a la pandemia del COVID-19.
Todo el combo pandémica ha sido difícil: el aislamiento social y el miedo al contagio sumado al colapso económico general, la inseguridad financiera, el riesgo de perder el trabajo, la inseguridad sobre los ingresos, y la falta de una perspectiva concreta son todos factores que agravan la situación.
Es fundamental trabajar sobre esta situación dramática, apelando al pensamiento crítico y reflexivo: que este tema no sea un nuevo motivo de disputa entre facciones como lo vemos con el cambio climático, las vacunas y otros temas polarizantes. Tenemos que trabajar todos en el bienestar de cada uno de los ciudadanos que habitamos este mundo tan cambiante.
Nota editorial escrita por Carlos Laboranti
