La historia detrás de un monumento (Segunda parte)

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Por Eliana Noelia Segovia.

De paso por Buenos Aires, se me ocurrió buscar a alguna persona que hubiese tenido vínculo con Atilio Maggiolo.

En honor a la verdad, durante largo tiempo había buscado y contactado a muchas personas con el mismo apellido, sin éxito alguno. Los aires porteños me permitieron pensar de “manera situada “, de modo que giré el curso de la investigación. Tenía en claro que Maggiolo no tuvo descendencia por lo que me propuse buscar a su esposa Elsa Haydée Perrone.

En los obituarios de un diario de tirada nacional, encontré que había fallecido hacía ya varios años e inmediatamente se me ocurrió contactar a quienes habían publicado en la sección. Luego de varios llamados infructuosos logré hablar con un primo de la hija de Perrone que gentilmente me contactó con ella. Luego de un pequeño interrogatorio, como es lógico suponer.

Así fue como concertamos una cita para el día siguiente. El martes 23 de julio de 2019 a las 18,30, me recibió en su domicilio la hijastra de Atilio. Elsa, la hija de corazón de Maggiolo, se refirió a él con inconmensurable afecto. Su padre biológico, abogado adscripto de la Fuerza Aérea, falleció en una misión para el gobierno en 1946, cuando ella contaba con tan solo cuatros años.

Andado el tiempo, su médico desde los 14 meses, contrajo enlace con su madre. Atilio se unió en matrimonio con Elsa Haydee Perrone en 1953, a la edad de 43 años y, junto a ella y su hija lograron ensamblarse sin inconvenientes. Hombre de profunda fe cristiana, con estudios en el Colegio La Salle de Buenos Aires y, vinculado siempre a la obra de Los Paulinos, se preocupó por brindarle a la pequeña la mejor educación, enviándola al Instituto de Cultura Religiosa Superior de las Hermanas del Divino Maestro, al mismo tiempo que cursaba estudios en el Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández.

Fue Elsa quien puso en palabras el fuerte vínculo que unió al protagonista de esta nota y a sus tías, María Eustaquia y Luisa Piuzzi, quienes afrontaron la pérdida de su hermana Catalina y acompañaron con amor desmedido la crianza de los pequeños huérfanos, Manuel y Atilio.

María Eustaquia contrajo matrimonio con su cuñado Remo el 11 de marzo de 1918. Del fruto de la unión nació en Lobería, el 23 de enero de 1919, Remo Luis. La familia, de una sólida posición económica, se instaló en Buenos Aires donde Maggiolo(p), propietario de la reconocida línea de tiendas Casa Galli residió hasta su deceso, ocurrido en abril de 1951.

El pequeño Atilio Rómulo Maggiolo se convirtió en un hombre reservado, serio, de carácter fuerte y aspecto melancólico. Fue un profesional de prestigio que inició su carrera en el Hospital Álvarez, desempeñándose posteriormente como Asesor Técnico y miembro del Consejo Consultivo Sanitario de la ciudad de Buenos Aires y como director del Hospital Juan F. Salaberry. Del mismo modo, incursionó en la investigación, en tiempos en que las cifras por envenenamiento eran elevadas, ideó, construyó e instaló, en los centros de salud de la ciudad capital, botiquines con las drogas necesarias para intoxicaciones agudas junto a un detallado formulario que incluía los tratamientos a aplicar en los casos más frecuentes. La invención, no patentada, fue entregada generosamente a las autoridades sanitarias para que todos pudiesen acceder a sus beneficios. Luego de varios años en la función pública se dedicó tiempo completo a su consultorio particular ubicado en la Av. Santa Fé y Agüero.

Habida cuenta de su trayectoria, integró las páginas de la obra Quién es quién en la Argentina, una serie de biografías contemporáneas publicadas en 1956. Su hija lo evoca con inmenso afecto. Puertas adentro, era afable, complaciente y divertido. Afirma Elsa que su vínculo se fortaleció pues ambos habían sufrido una pérdida importante y que más allá de ocuparse de su educación, le legó valores y principios fundamentales para la vida. Su tía María Eustaquia, quien de algún modo asumió el rol de madre de Manuel y Atilio, falleció a los 76 años y fue sepultada en Lobería en tanto que Luisa, lo sobrevivió varios años.

Los loberenses, durante más de una centuria, construimos la peor de las versiones al imaginar y afirmar el sufrimiento que le inspiró a Atilio la obra levantada en el cementerio municipal. Sin embargo, estimados lectores, suele existir un abismo entre leyenda urbana y realidad. Según Elsa, quizás la memoria fue indulgente con Atilio pues gracias al amor prodigado por sus tías, pudo sobrellevar la muerte de su madre. En lo que respecta a la escultura, alguna vez le expresó a su esposa “¿sabes que estoy en una tumba en Lobería?”. Atilio, el pequeño representado en la escultura emplazada en nuestra necrópolis, murió el 9 de julio de 1977 de cáncer de colon. Antes del desenlace observó que podía ser sepultado en la bóveda familiar en Lobería o en Buenos Aires. Por cercanía, su esposa optó por el cementerio de Chacarita, en el panteón del Colegio La Salle. En algún momento todos confrontamos con distintas versiones de esta historia y en lo que a mí respecta nunca, pero nunca, imaginé alcanzar este grado de verdad.