La fe y esperanza de los argentinos es más fuerte que cualquier crisis

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La economía de nuestro país atraviesa un dificilísimo momento y lógicamente, el pueblo es quien más está sufriendo esta situación.
Pero más allá de la angustia e incertidumbre, si hay algo con lo que nunca podrá competir la crisis, es con la ilusión y la esperanza de la población.
Es que más allá de coincidir o no con el gobernante de turno, el argentino de por sí nunca pierde la fe de que su país, más tarde o más temprano, saldrá adelante.
Y no es casual que les mencione la fe en el día de hoy, cuando estamos transitando el Domingo de Pascua de esta Semana Santa.
Cada uno tendrá o no sus creencias religiosas, pero es necesario conservar la esperanza de que un país mejor es posible. Y no sólo me refiero a avances en materia económica, sino que además estoy hablando de aspirar a ser una comunidad más tolerante, menos agresiva, donde el amor por el prójimo pueda estar por sobre las diferencias que podamos tener.
En la economía del país es algo en lo que difícilmente podamos incidir, más allá de pequeñas acciones que podamos realizar; pero sí podemos hacer mucho desde nuestro lugar para contar con una sociedad más armónica.
En épocas donde se advierte una creciente violencia, donde los desencuentros son permanentes, tenemos la posibilidad de promover cambios positivos y orientados a la amistad social.
El esfuerzo por humanizar nuestras relaciones debe ganarle al desencanto y la desesperanza.
Y justamente la Semana Santa es un momento que nos invita a reflexionar al respecto, independientemente de la tradición espiritual a la que cada uno adhiera, e igualmente para los que no se vinculen a ninguna.
Es un momento propicio para la introspección profunda, que tal vez nos haga entender que nosotros podemos ser una parte importante del cambio que deseamos en la sociedad y que hoy nos parece utópico. Con simples actitudes podemos ayudar a construir un mundo mejor.
Tal vez hoy sea el día en que nos propongamos ser mejores personas cada día, aprender a perdonar, a comprender al otro, a entender que nadie es perfecto y que todos podemos cometer errores, los demás y nosotros.
Es indudable que la crisis afecta a nuestro entorno, a nuestra familia, a nuestros amigos, pero no tiene la capacidad de penetrar y hacer mella en la ilusión de los argentinos. Con fe y esperanza, propongámonos ser protagonistas de aquello que depende de nosotros. Trabajemos en promover la paz y el amor para el conjunto de la sociedad, y ello seguramente se traducirá en el bienestar de quienes nos rodean y de nosotros mismos.
Posiblemente así, estemos aportando para construir un país y un mundo mejor.
Carlos Laboranti, director ejecutivo.