La cara B de la incertidumbre

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Como dice Rowan Atkinson, el actor que encarna a Mr. Bean: «Mi pronóstico para mañana es que puede pasar cualquier cosa». Y tiene toda la razón. La incertidumbre es el estado natural y permanente del ser humano. La buena noticia es que también es un estado favorable a nuestra prosperidad, ya que nos procura oportunidades inesperadas para el éxito.
Pensá que si viviéramos en un mundo de total certeza y seguridad, no dejaríamos de ser esclavos de nuestro propio destino; y que la incertidumbre es la magia de la vida. ¿Leerías siempre libros de los que conoces el final, o podrías amar a una persona cuyos gestos, palabras y comportamientos fueran en todo momento previsibles?
A pesar de ser una fuente de libertad y de oportunidades, la incertidumbre nos da tanto miedo que no podemos pensar los aspectos positivos que tiene este estado ¿Cuál es la razón de que nos llevemos tan mal con ella?
Las palabras tienen una fuerza extraordinaria, pero no todas para bien. Y si la palabra incertidumbre nos noquea, es porque durante siglos nos han metido en la cabeza que era un hándicap para nuestra prosperidad, cuando en realidad es lo contrario. Habíamos llegado a convencernos de que era algo negativo, y por ello tratábamos a toda costa de eliminarla o evitarla. Dos pretensiones imposibles –ya que no podemos saberlo todo, ni controlarlo todo, ni hay un solo camino exento de incertidumbre–, que nos frustran, desesperan y bloquean.
Lo que hay que hacer es aceptarla y gestionarla para sacar provecho de sus tres manifestaciones: la inseguridad, el caos y el cambio, que paradójicamente son las tres vías más directas hacia el éxito.
El mundo siempre ha sido muy complejo, nunca hemos podido entenderlo todo ni controlarlo todo, pero desde el principio de los tiempos hemos fluido con ese caos hasta alcanzar cuotas insospechadas de prosperidad. El problema, en crisis extremas como la actual, llega cuando el caos exterior nos genera ese otro caos interior que es el que realmente nos destruye. ¿Cómo conseguir que no generemos estrés de forma reactiva?
Vivamos desde la gratitud los pequeños avances del día a día, en lugar de sufrir desde la frustración por todo aquello que queda por resolver; o practicar la terapia narrativa, reformulando la historia que nos contamos a nosotros mismos para saltar del drama y el pesimismo a la esperanza y la resiliencia.