Educación, Cerebros y Pantallas. La urgencia social de una nueva educación para el siglo XXI

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La Argentina de estos días, viene según la expresión de los medios, atravesando muchas dificultades, pero de todas ellas, quizás la que más nos debería llamar la atención, es la relacionada con la dimensión educativa y no sólo, en lo referido a los paros docentes y a los enfrentamientos entre los gremios representativos y gobierno tanto en la esfera nacional como provincial, en una puja por la recomposición salarial, sino también, y creo que lo más importante, que debería ser una preocupación futura en los nuevos reclamos, es atender un tema que a la fecha no se le ha prestado la importancia necesaria, y me refiero, específicamente a la calidad educativa.

Está claro que el reclamo que los docentes vienen realizando, es un reclamo justo, sobre todo cuando se analiza la pérdida del poder adquisitivo como resultado de la erosión inflacionaria de los últimos años, que le produjo a los bolsillos de los educadores.

Es bien sabido y nadie debería ignorar, que la labor docente, debería ser una de las profesiones que mejor salario tenga, porque está en la educación, el avance o regresión de una sociedad; sin embargo, no es la única variable que afecta la calidad educativa, porque si sólo se resolviera con dar el aumento en cuestión y destrabando la base del conflicto, veremos, que tampoco podemos decir, que hemos alcanzado lo pretendido.-

Creo que todavía estamos a una gran distancia de alcanzarla, sobre todo, si no tenemos en cuenta factores que deberemos enfrentar y atender casi con los cuidados de una terapia intensiva, ya que lo que se debe intentar salvar es el futuro de varias generaciones que vienen pagando los costos de una educación deficitaria; y de la cual, hemos podido observar, en los resultados obtenidos en el operativo evaluativo APRENDER; dónde más allá de ciertos y parcializados recortes metodológicos, dan una muestra clara de las habilidades y competencias, que los estudiantes de la Argentina no han alcanzado a desarrollar, a pesar, que pasaron 12 años por distintas instituciones escolares, con cambios en los contenidos académicos, y en sus metodologías, mucho de esto no alcanzaron la meta propuesta, sin contar que los últimos años la inversión educativa era la más alta de todos los tiempos.

Estas habilidades y competencias básicas obtenidas en parte del operativo APRENDER, y que sirven como antecedente, de cómo estamos y deberían orientarnos, hacia dónde vamos, anticipan que la relación cognitiva, laboral, social y ciudadana, está altamente comprometida, en relación al desarrollo con el futuro a corto y largo plazo, donde la disrupción, la inmersión en los nuevos territorios digitales, innovación y el uso de la inteligencia artificial serán la moneda corriente.

Cuando intentamos analizar qué es lo que está sucediendo con la educación en la República Argentina, parece increíble que en los últimos 30 años y luego de pertenecer a un selecto ranking educativo, donde ostentábamos una de las mejores educaciones del mundo, hoy nos encontramos en un laberinto, de las no respuestas ni soluciones, que sólo agravan y comprometen, cada vez más, la única llave que abre y crea las posibilidades para que las personas formen parte de un mundo, cada vez más justo, globalizado, interactivo e interconectado, diluyendo, el valor más esencial de toda sociedad, como lo es la educación.

Ante la posibilidad de que ocurra, el tan anhelado deseo de encontrar una solución a las discusiones más elementales, y más allá de corregir los salarios, infraestructura escolar, condiciones laborales y refundación de un nuevo pacto educativo (gobiernos, padres, docentes, estudiantes y escuela), observable en los sistemas educativos que funcionan, deberíamos entonces empezar a ocuparnos de las cuestiones que pueden devolver a la Argentina a posicionarse como uno de los mejores sistemas educativos del mundo; cabe entonces hacernos la pregunta inevitable sobre, qué educación queremos?.

Para ello, debemos considerar que ya hemos avanzado lo suficiente en el siglo XXI, y que no podemos seguir ignorando el impacto de las nuevas tecnologías, y como estas, están traccionando a todas las esferas sociales a renovar su funcionamiento, demandando nuevas lógicas de análisis y trabajo, por lo cual y priorizando a esta cuestión, la educación no puede permanecer, como lo ha hecho durante estos últimos 200 años, como si viviésemos en la utopía de un mundo inmóvil. Por lo cual, debemos terminar con el discurso fundamentado en la construcción de una realidad simulada y salir de esta ficción educativa, para ver con ojos de realidad pero aumentada, intentando responder ¿qué tipo de respuestas y políticas educativas propondremos para la educación en la Argentina del S.XXI?

“Los tiempos están cambiando”, ya lo decía Bob Dylan en 1964. Hoy nos toca vivir en múltiples sociedades, las cuales se encuentran en constante cambio, y donde estos cambios están afectando a lo social, creando de esta forma una complejidad que nos obliga a estudiar y comprender este nuevo mundo en el cual debemos estar más atentos a la realidad que nos rodea.

La era del conocimiento que viene desarrollándose y que se manifiesta por la presencia de pantallas, sumado a las últimas investigaciones en relación al funcionamiento de nuestros cerebros, nos somete a una pregunta crucial, y es ¿Cómo están siendo educados nuestros alumnos?, tanto en los ámbitos de la vida familiar, como de la escolar.

Hoy ya podemos afirmar que educar sin tener en cuenta cómo aprende un cerebro que aprende, nos conducirá a seguir repitiendo errores y a obtener los pésimos resultados alcanzados por los operativos de evaluación nacional e internacional. Además de afectar el futuro de las próximas generaciones, con métodos de enseñanza ineficaz y altamente incompatible con la nueva dieta cognitiva que requieren nuestros niños, esto llevará a que la Argentina, se aleje más y con ella a los estudiantes del mundo, convirtiéndonos, posiblemente, en una caja cerrada, donde muy pocos puedan llegar a interactuar con éxito en su relación con la inteligencia colectiva, como nuevo soporte del conocimiento en los tiempos que se avecinan.

Ante los avances mencionados, la educación debe actuar frente al uso de las tecnologías, dado que existe un problema no menor, que debemos resolver educativamente en el corto plazo, y que compromete el desarrollo de nuestro cerebro. El mismo se ubica en relación al desarrollo de las nuevas tecnologías digitales y en especial a la adicción de las Redes Sociales, muchas veces éstas promueven la activación del sistema de recompensa de nuestro cerebro, estamos construyendo un tipo de sociedad que convierte la vida de la gente, en un espectáculo, y donde todo el mundo quiere ser visible a cualquier precio. Esto se ha facilitado, gracias a las carencias cognitivas presentes en nuestra educación, que muchas veces y por la falta de capacitación, en el uso de estas redes sociales, determinen que las mismas se usen mayoritariamente para “entretener” y no para “pensar”, desplazando así nuevas formas de adquisición de conocimientos, dónde este último pueda ser leído, debatido y pensado para el enriquecimiento de todos.

Claro está, que la educación de nuestros días, manifiesta una ausencia en el arte de pensar, fortaleciendo y allanando el camino para el secuestro de nuestro cerebro, entretenidos por la artificialidad de las seudo vidas y acciones humanas, compartidas y exhibidas en red, donde las nuevas tendencias, intentan hacernos creer que quien no está en la red, no tiene vida, no pertenece a nada, no tiene identidad.

En la actualidad del siglo XXI, las dimensiones de tiempo y espacio, muchas veces transcurren en exponernos a la interacción con las pantallas, sin las pautas que nos brinda una educación “crítica”, por lo tanto, las subjetividades de los individuos, cuyo sentido muchas veces transcurre por alcanzar un pico de rating de aceptación en esta nueva sociedad que se manifiesta en una suerte de “aplauso digital”, y que consagra al que obtiene más “Me Gusta”, convirtiéndolo en un “alguien”, para el resto de la Red.

Hoy nos toca transitar y vivir esta nueva sociedad, de la cual no podemos desconectarnos, por lo tanto, debemos aprovechar esta oportunidad que se nos presenta, como una enorme posibilidad de “repensar el cambio educativo”, basado en nuestros conocimientos, actitudes, perseverancia y sobre todo, por el desarrollo de políticas educativas que transciendan a cualquier gobierno.

De esta forma, tendremos la posibilidad de revertir la “crisis educativa”, la cual hoy podemos observarla, lamentablemente, como un intento de responder a los nuevos desafíos, con estrategias que visten y ostentan lo obsoleto, en una moda de lo ridículo y adornada de lo ineficaz.

Debemos crear espacios, que instalen y faciliten el debate postergado en la Argentina, sobre ¿cómo pensar una educación de calidad?, ¿cómo incluir a las nuevas tecnologías con sentido educativo y con sentido crítico?, ¿cómo desarrollar estrategias educativas basadas en el funcionamiento del cerebro?; todo ello, dentro de los aportes que hoy nos brinda la Neuroeducación, sabiendo que la única tarea de nuestro cerebro es “aprender”.

Por lo tanto, sólo resta entender, que la educación, no es producto de gobiernos, ni pensamientos individuales, sino de un compromiso social, dónde todos, en el lugar en que estemos, contribuyamos a crearla y defenderla.

Gustavo De Elorza: Magister. Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (Flacso).