Cambian los gobiernos, sigue la inflación

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Que la inflación es uno de los problemas más graves y que más preocupan a los argentinos, está fuera de discusión. Hay otras problemáticas que afectan a la sociedad argentina, como la violencia, la inseguridad, la corrupción, la desigualdad social, el desempleo y podría seguir enumerándolas, aunque muchas de ellas dependen de la región o ciudad.
Sin embargo, el flagelo de la inflación no distingue de límites geográficos ni grandes o pequeños conglomerados urbanos. A todos nos afecta, aunque claro está, recae mayormente sobre las capas más bajas de la sociedad, que son quienes destinan mayor proporción de su ingreso al consumo de bienes y servicios y cuentan con pocas herramientas financieras para protegerse de ella.
En la última semana, desde Sendero Regional realizamos un relevamiento en los comercios de Lobería, tal como lo hacemos todos los años.
El dato que de allí surgió fue contundente; en el último año el incremento de precios promedio fue del 55,17 por ciento, casi un 10 por ciento más que lo que habían registrado en el período 2019-2020. Es verdad que los aumentos en estos dos últimos años han estado por debajo del período 2018-2019, que fue del 67 por ciento, pero sin lugar a dudas aún está en niveles altísimos, que hace poco menos que imposible la economía de cualquier familia.
Estos últimos tres años son el claro reflejo de la inoperancia de los distintos gobiernos, puesto que estamos tomando en cuenta el último año de gestión de Mauricio Macri y los dos primeros de Alberto Fernández. El primero de ellos fracasó rotundamente en materia económica y el actual mandatario parece ir en el mismo camino, más allá de la innegable incidencia que ha tenido la pandemia.
Vale destacar que no se trata de una situación novedosa, puesto que nuestro país tiene un serio problema con la inflación desde hace décadas y que no ha habido Gobierno que pueda solucionarlo, con el excepción de la convertibilidad del peso con el dólar impuesta por Menem en la década del ’90, aunque todos conocemos el final de la película, con una de las mayores crisis económicas del país en 2001 y el tristemente recordado corralito.
También el kirchnerismo tuvo una etapa inicial de inflación bajo control, pero a partir de 2007 los precios no pararon de crecer hasta nuestros días, más allá de los cambios de gobernantes.
La economía argentina está tan enferma que cualquiera de nosotros consideraría positivo que los aumentos rondaran el 20 por ciento, cuando los países desarrollados suelen tener tasas de inflación anuales del 2 al 4 por ciento, algo utópico para nuestro país, que ha tenido una inflación promedio en la última década del 35 por ciento. Indefectiblemente, los resultados de estas altas tasas de inflación no han sido otros que el incremento de la pobreza e indigencia en nuestro país.
Por mucho que se esfuercen y lo deseen, los pobres no logran salir de la pobreza y cada vez hay más gente que cae en esa situación, porque sus ingresos siguen por detrás al resto de los precios de la economía, y la oferta de buenos empleos es limitada, porque no hay para todos.
Es hora que los gobernantes tomen medidas de fondo y no pensando únicamente en las elecciones del mes que viene o las de dentro de 2 años, como parecen hacerlo permanentemente, cambiando sus discursos de acuerdo a si son oficialismo u oposición. Así es como los primeros repiten las excusas y culpan de todos los malos a quienes los antecedieron y los segundos dicen tener todas las soluciones que cuando les toca aplicarlas son incapaces de hacerlo.
Unos y otros deben asumir errores, convocar a expertos, acordar políticas de Estado y aportar de una vez por todas, soluciones para esta castigada economía, generando optimismo y esperanza al pueblo, que aspira a tener una mejor realidad y un promisorio futuro.
Carlos laboranti – Director Ejecutivo.