Alejandro Torres: «No me olvidaré jamás cuando cayeron las primeras bombas cerca nuestro»

0
156

Hoy, 2 de abril, es el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, en conmemoración del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas.

A 38 años de aquel día, recordamos algunos fragmentos de una entrevista realizada años atrás por Valerio Cherenscio con el doctor Alejandro Torres, uno de los ex combatientes loberenses.

Torres recordó que «yo salí sorteado para hacer el servicio militar con el número 388 y con el 387, en esa época te salvabas de la colimba. De alguna manera, ese número fue la diferencia entre ir o no ir a la guerra, antes se dijo ‘la colimba no es la guerra’, bueno, a mi me tocó la colimba y la guerra juntas”, a la vez que agregó que «cuando me enteré de que iba a la guerra, en mi casa había una mezcla de orgullo con miedo, con temor. Entre querer hacer algo por la Patria, luchar y el temor, uno elegía lo primero, quería ser alguien para tu país, aunque parezca que a los 17 o 18 años no ocurre, sí ocurre, tal vez en la sociedad de hoy no pasaría, pero nosotros teníamos un armazón que nos hizo sentir profundamente nuestra patria».

Respecto a la tarea que cumplió en la guerra, el profesional loberense indicó que «nosotros, la Artillería de Defensa Aérea, defensa de los sectores de los ataques de los Mirage o de los bombardeos de los aviones, esa era nuestra función. Yo tenía doble función, porque si bien no era médico, como en la colimba había hecho la parte de enfermería, manejaba todo lo que era inyectables, curaciones, heridas … En la guerra hacés de todo un poco».

Torres recuerda especialmente un día y un horario: “El 1º de mayo a las 5 menos cuarto de la mañana, no me olvido más en mi vida, cayeron las primeras bombas de 1.000 kilos del avión Vulcano inglés. En ese momento aprendí lo que era que caiga una bomba de 1.000 kilos y nos dimos cuenta de lo que es estar en la guerra. Ese momento fue un clic en mi cabeza, porque me cayeron las bombas a poco más de 200 metros, no muy lejos, y nunca tuve sentido similar a la explosión ni movimiento de tierra, soldados corriendo … En ese momento, yo en mi soledad, me largué a llorar, pensé en mi familia, en mis padres, me acuerdo que, como en los dibujos animados, se me movieron las rodillas y me dolían del susto que tenía, un miedo tremendo. Ese fue el peor momento porque fue el primero. Fue la primera bomba, después te acostumbras, después defendes el pellejo».

El doctor contó que mucha gente le preguntaba si comían mal, y ante eso indicó que «obvio, están bombardeando, no es tan fácil que llegue la comida; si pasaba frío, obvio, llueve, nieva, estás en una guerra, sos prisionero… Yo no fui de los que pasé tan mal, pasé hambre y frío pero no tan mal. Yo sé que había soldados que tenían más problemas. Nosotros rezábamos mucho, nos habíamos vuelto muy creyentes. Con el Capellán, todos los días nos preparábamos para la muerte, rezábamos el Rosario antes que venga el bombardeo, es decir, te vas preparando para la batalla final, es real».

En otro tramo de la larga entrevista, contó que «yo no era médico, pero automáticamente cuando llego a primera línea me dan el botiquín, el FAL y las granadas para defenderme, porque por el hecho de llevar el brazalete con la cruz no te ibas a salvar de que te peguen un tiro, eso es real, vos tenés que defenderte. A mí me tocó tirar tiros, directa e indirectamente, porque es lo mismo tirar que llevar a cabo las balas al cañón. Nosotros tuvimos que batir aviones y los vimos explotar en el aire y caer. También nos tocó usar los bits de 35 mm para detener la tropa inglesa que avanzaba de San Carlos, que eran los paracaidistas ingleses. Cada vez que bajábamos a un avión, era un grito de ¡Viva la Patria!».

Respecto del momento en que cayó prisionero, recordó que «la batalla fue cuerpo a cuerpo, se hizo un impasse, una parada de tiros y nos tomaron prisioneros. Pero la rendición fue con mucho orgullo, a cara de perro, agarramos los fusiles y se los tiramos al agua, el cerrojo del cañón también, tiramos todo el material bélico que podíamos. Después cantamos el Himno. Fue una situación de mucha tristeza por haber perdido, pero igual no puedo negar que también me generó paz. Yo en ese momento pensé que terminé sin heridas sabiendo que había amigos con heridas, compañeros muertos y yo estaba bien. Cuando caes como prisionero, estás como si estuvieras preso en una cárcel, te están revisando constantemente. Nos arreglábamos un poco con la comida que teníamos, algunas infusiones calientes. Después nos empezaron a dar un poco más de comida. Cuando nos tomamos prisioneros, yo no alcancé  a mandar una carta a mi familia, que a su vez sabía que yo había estado en esa batalla muy brava, entonces no sabían que había pasado conmigo. Cuando llegué a Buenos Aires, charlé con un soldado y le pedí que enviara un telegrama a mi casa avisando que estaba bien. El reencuentro fue muy emotivo».

Alejandro recuerda con tristeza que «los militares nos trajeron de noche, tras que estábamos amargados porque habíamos perdido, salimos de noche y llegamos a Mar del Plata a las 3 de la mañana, sin avisar a nadie, pero la gente se enteró y nos fue a recibir con la banda. Sentimos culpa y hasta creímos que estaba bien que nos trajeran en la noche, porque habíamos perdido. Con los años lo superé, pero nunca banqué escuchar a mucha gente decir que no estaba de acuerdo con la guerra, cuando fue el pueblo el que llenó las plazas, festejando. Recuerdo como fue ese momento, la gente con banderas, saltando…».

El profesional sostuvo que «cuando volves después de vivir eso, tu vida ya no es la misma, maduraste como loco, creo que mi vida no es la misma que cualquier otra persona, mi estrés no es el mismo… Creo que mi sobrevida no va a ser como la de una persona que no ha sufrido ese estrés. Mentalmente, tuve que sobreponerme a todo esto, hicimos un tratamiento psiquiátrico y psicológico ni bien llegamos. A mí me sirvió mucho el apoyo de mi casa y poder entrar a estudiar algo que me gustaba. Nunca tuve problemas en contar lo que pasó en la guerra, no me encerré en mi mismo…».

Por último, indicó que «me gustaría volver a Malvinas y estar en el mismo lugar que estuve, pero también es feo entrar con pasaporte al lugar en el que vos luchaste por tu Patria. Me gustaría ir al cementerio de Darwin que es dónde estuve yo, recorrer el lugar de batalla, donde fui prisionero, me encantaría. Igual es solo un anhelo, yo ya fui, hice lo que tenía que hacer por mi Patria y esto sería una cuestión personal».