Fue como un deja vu, un volver el tiempo atrás.
Es que en 2003, Jorge Madril se consagraba brillantemente campeón provincial en la pista del Estadio Panamericano de Mar del Plata, con un sprint final brillante, en el que fue pasando uno a uno a sus adversarios.
16 años después, el atleta loberense realizó una carrera casi calcada, pero en un escenario de una envergadura muy superior, puesto que se trató de los Juegos Parapanamericanos de Lima, Perú, ganando la medalla de oro en los 1.500 metros.
Con el cansancio a cuestas después de un largo viaje pero con la alegría pintada en su rostro, Madril recibió a Sendero Regional para hablar sobre sus sensaciones.
“Con mi entrenador habíamos hablado de pelear por una medalla, aunque no hablamos nunca del oro. Cuando empecé a correr vi la oportunidad y cuando llegué a la meta primero, hice unos metros y me tiré al piso de la emoción” comenzó recordando, para explicar luego que “la carrera salió tal como la habíamos planificado con “Leo” Malgor y Daniel Díaz, mis entrenadores. Habíamos mirado el ranking y estábamos todos parejos, parecía que estaba para cualquiera. Él me dijo que los corriera de atrás, que la carrera se iba a definir en los últimos 500 metros, y fue así. Yo me sentí cómodo en la carrera y con los años uno ya sabe lo que puede rendir y cómo están los rivales, así que me sentí bien para hacer ese sprint de unos 300 metros para ganar la carrera”.
Sobre la experiencia de participar de una prueba internacional de este calibre, contó que “yo estaba muy enfocado mientras hacía la entrada en calor, pero cuando me llamaron para la pista y ves semejante marco, perdes un poco la concentración, aunque disfruté mucho el hecho de estar ahí. Cuando se largó la carrera, escuchaba mucho el aliento, el “dale Argentina”, y eso motiva mucho”.
La emoción en el podio
Uno de los momentos más fuertes y emotivos, fue cuando le tocó recibir la medalla. Al respecto, recordó que “el momento del podio, con el himno sonando, es muy fuerte, yo no podía creer estar ahí, te pasan muchas cosas por la cabeza, el esfuerzo realizado, la familia, la gente que ha confiado en uno… Fue muy difícil llegar, no me fue nada fácil, pero yo tenía el objetivo muy claro y de tanto desearlo, se terminó logrando”.
Sobre la preparación para estos Juegos, explicó que “yo trabajé intensamente con Leonardo Malgor y Daniel Díaz durante 6 meses, con el objetivo de los Parapanamericanos. Cuando comencé a entrenar con el grupo estaba corriendo los 1.500 metros en 4’17; tres meses después gané una prueba en Brasil con un tiempo de 4’10 y ahora en Perú hice un tiempo de 4’06”.
Pensando en el futuro, confesó que “el sueño mío es poder clasificar para los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, aunque primero está el Mundial en Dubai en noviembre y para ver si tengo un lugar hay que esperar. Hay cinco atletas que ganaron medalla de oro en los Para que casi seguro que tienen un lugar en el Mundial, y quedarían tres plazas para Argentina. Para ver quienes van hay que ver el rsnking y las posibilidades de medalla que tiene cada uno”.
Un sueño paralímpico
Con el objetivo de llegar a los Juegos Paralímpicos, Madril realizará el año próximo dos meses de entrenamiento en la altura, en Cachí. “Todos los mediofondistas que buscan marcas, van a entrenar a la altura. Yo tengo un año para trabajar y poder bajar más aún los tiempos. Yo hace unos años tuve una marca de 3’58, así que al tener esos antecedentes, creemos que puedo volver a correr en 4 minutos”.
Por último, sin disimular la emoción, agradeció a aquellas personas que fueron importantes para que pudiera consehuir esta medalla. “A mi familia, a Ofelia, Mía, Mateo y Jero, mi vieja, mi hermano y mis amigos. Le agradezco especialmente a Pablo Martínez, que me llevó todos los martes y jueves a Mar del Plata a entrenar. El me dejaba allá y después yo me venía en micro hasta Necochea y de ahí a dedo a Lobería, así seis meses. A toda la familia Martínez, que son como mi familia, al Club Independiente que me apoyó muchísimo, a Mirta Sequeira que es como una segunda mamá para mis hijos, a Daniel Colin, a todos los loberenses y a Gabriela Reggiani que se portó muy bien conmigo, resolviéndome algunas cosas que yo necesitaba”.