Apartir de la Revoluci\u00f3n Industrial, la tecnolog\u00eda irrumpi\u00f3 en el curso del devenir humano con una promesa. La de acortar los tiempos y las distancias, de manera que fu\u00e9ramos m\u00e1s libres, que cont\u00e1ramos con m\u00e1s horas, d\u00edas, semanas, meses y a\u00f1os a nuestro favor. M\u00e1s tiempo, en fin, para la b\u00fasqueda, o la construcci\u00f3n de la felicidad. Aquella promesa tiene m\u00e1s de dos siglos. Y ahora nos encontramos con que no se cumpli\u00f3.<\/p>\n
En efecto, los tiempos y las distancias se acortaron, aun cuando las horas sigan teniendo 60 minutos y los kil\u00f3metros mil metros, dos cosas que ninguna tecnolog\u00eda podr\u00e1 modificar. Procedimientos industriales y dom\u00e9sticos se abreviaron de manera dram\u00e1tica y prometen seguir haci\u00e9ndolo. Las distancias que significaban meses de barco insumen hoy horas de avi\u00f3n, y el auto ampli\u00f3 nuestros horizontes m\u00e1s all\u00e1 de lo barrial. Pero resulta que no tenemos tiempo para nada, que corremos como h\u00e1msteres en la rueda sin llegar a alg\u00fan lado, que nos quedan m\u00e1s cosas sin hacer que las que hicimos. Al abreviarse los tiempos y las distancias no se liberan horas o d\u00edas a nuestro favor. En el mismo lapso en el que antes cumpl\u00edamos una tarea o visit\u00e1bamos un lugar, ahora se multiplican las actividades y los destinos. El resultado es ansiedad, presi\u00f3n, agitaci\u00f3n e insatisfacci\u00f3n.<\/p>\n
Corremos para no perdernos oportunidades, para no quedar afuera de algo hacia lo que todos corren, para acumular experiencias que no tienen tiempo de transformarse en memoria y en sabidur\u00eda. Estamos en tantos lugares en tan poco tiempo que no sabemos en d\u00f3nde estamos. La acumulaci\u00f3n de actividades impide cualquier pausa que nos permita tomar contacto con nuestros procesos internos, sensaciones, emociones, necesidades profundas y trascendentes. No sabemos d\u00f3nde estamos y, a menudo, qui\u00e9nes somos. Eso, aunque no solo eso, es la alienaci\u00f3n.<\/p>\n
Parte esencial de este proceso se origina en la desbocada competitividad que la modernidad tard\u00eda (nuestra \u00e9poca) instal\u00f3 como modelo de vida. No competir encierra la amenaza de la exclusi\u00f3n, de quedar afuera. Y competir supone no tener tiempo, pasar epid\u00e9rmicamente por los lugares, sin enraizar, y, adem\u00e1s, hacer cosas que no quisi\u00e9ramos hacer, en lugar de las que son verdaderas necesidades de nuestro ser.<\/p>\n
Deber\u00edamos preguntarnos si de verdad queremos y necesitamos competir para no quedar afuera de un modelo que no garantiza felicidad sino postergaci\u00f3n de prioridades reales. En lugar de ser funcionales a la tecnolog\u00eda, acaso sea tiempo de ponerla de veras a nuestro favor. Es decir, a favor de una vida en la cual el tiempo del reloj y el del alma coincidan y sean br\u00fajulas en la b\u00fasqueda de sentido.<\/p>\n
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