Un tipo de agricultura para el cuidado de la casa común

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Por Ignacio Delgado – Ingeniero Agrónomo. Becario de la Universidad Nacional de La Plata. Maestreando en Procesos Locales de Innovación y Desarrollo Rural (PLIDER). Doctorando en Ciencias Agrarias. Lugar de trabajo: Departamento de Desarrollo Rural (Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales). Docente-Técnico CEPT n°33 – Cañuelas. Docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (UNLP). Catedra: Taller Integrador Curricular II. Productor Agroecológico en el Partido de Lobería.

El 2020 será un año que quedará marcado en la historia de nuestras vidas. No solamente por haber sido un año de encierro masivo, incertidumbre y pocos abrazos, sino también por reflejar una realidad de injusticia social y crisis climática que nos obliga a repensar los modos de producción, distribución y consumo de alimentos. Personalmente, lo recordaré, además, por haber sido el año en que volví a Lobería, y en el que empezamos a desarrollar un proyecto colectivo de agricultura agroecológica y familiar.

Los objetivos de mi familia y la multidimensionalidad este tipo de agricultura.

Empezamos a proyectar y a ilusionarnos con la idea de “volver a producir el campo” con la búsqueda de múltiples objetivos que van más allá de la producción 1) desde una dimensión económica, se buscará un sistema que priorice la “tranquilidad económica” y que sea rentable, con el menor uso de insumos externos y basado en la diversidad productiva 2) en la dimensión ambiental, se plantea fomentar los procesos biológicos del agroecosistema, que conduzcan a un aumento de la biodiversidad y regeneren los recursos naturales, prestando especial atención a la vida del suelo; 3) desde la dimensión sociocultural, se pretende que la unidad productiva pueda servir de un “lugar de encuentro” para otros/as productores/as y la comunidad de Lobería en general, con el fin  recreativo, educativo y artístico de compartir y multiplicar experiencias y saberes y; 4) en la dimensión familiar, está presente la idea de “volver al campo”, para tener una mayor vinculación con la producción, la naturaleza y el trabajo familiar.

Chacra familiar “De Niro” 

Su nombre mantiene el apellido de los bisabuelos del amigo Gino De Niro, Miguel y María Dominga, quienes vivieron y trabajaron en esas tierras. Tiempo después, en 1997, mi familia adquirió una porción de la chacra original, donde empezamos a producir cultivos, particularmente de trigo y girasol. En los primeros años de la década del 2000, debido al aumento de los costos de producción, generado por la intensificación en el uso de la tecnología en el agro -maquinarias modernas y paquetes tecnológicos- se decidió optar por el arrendamiento de la tierra. Si bien en todo el país se generó un aumento de la producción, muchas familias dueñas de chacras -relativamente chicas- tuvieron que vender sus campos y otras tuvieron la suerte de poder arrendarlo.

Facultad y Agroecología  

En 2009 ingresé a la carrera de ingeniería agronómica en la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata. Siempre llamó mi atención lo heterogéneo que es nuestro mundo agrario: la diversidad de tipos de agricultores y agricultoras, la diversidad de producciones, y la diversidad de formas de hacer agricultura.

En el segundo año de estudio formé parte de una pasantía en una comunidad campesina de los Valles Calchaquíes, en Salta.  Fue una experiencia que siempre recuerdo cuando pienso en mi formación. Primero, por todo el aprendizaje de una cultura ancestral y por el amor recibido por parte de esas familias.  Segundo, por todas las reflexiones sobre los roles, las metodologías y las formas de intervención de los técnicos en los territorios rurales. Por último, por ser un viaje en el que descubrimos un mundo nuevo en la agronomía: la agroecología. Dos años más tarde, sería una de las materias más importantes del proceso formativo.

Esta forma de producción se basa en conocer cómo funciona un ecosistema natural y sus procesos biológicos, y en generar principios que sirvan para diseñar los sistemas productivos adecuados. Uno de los conceptos consiste en entender al suelo como un organismo vivo y prestar atención a su salud. En un ecosistema natural se producen miles de procesos simbióticos entre el pastizal natural y los microorganismos. Las plantas alimentan – a través de sus raíces- a cientos de millones de hongos, bacterias, etc. A cambio, estos les ofrecen la fertilidad biológica o natural, al descomponer compuestos orgánicos complejos que las plantas no pueden absorber. Por esta razón, no se puede usar ningún tipo de fertilizante químico -porque se rompería esa simbiosis- ni se debe utilizar ningún producto químico que dañe la vida del suelo. Un suelo con una salud adecuada siempre producirá plantas sanas; sin ataques de hongos y bacterias, que siempre atacan plantas que tienen alguna deficiencia. Otro concepto importante es tener siempre la mayor biodiversidad biológica. Cuanto mayor es la diversidad de especies, mayor es la cantidad de colores, flores, aromas, tipos de hojas, profundidad y tipo de raíces. Esto hace atraer a una mayor cantidad de seres vivos que se hospedan en esa diversidad de ambientes, funcionando como polinizadores y como controladores biológicos de plagas. Hay muchísimas relaciones de cooperación entre las especies que desconocemos. Sí sabemos que, a mayor diversidad, mejor será el funcionamiento del sistema. Y, naturalmente, una mayor productividad.

Agroecología como modo de producción

Estos conceptos son universales, pero no existen dos sistemas iguales. Cada productor/a tiene un tipo de suelo y clima, cierta disponibilidad de recursos y un proyecto de vida propio. En el caso de nuestra chacra empezamos aumentando la biodiversidad y recuperando la vida del suelo.  Sembramos cultivos asociados y pasturas, siempre incluyendo leguminosas: vicia, trébol rojo, lotus. Es decir, especies que tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico y de abonarlo al suelo, a través de una simbiosis con una bacteria. Mientras tanto, incluimos árboles al sistema, plantando cortinas forestales de álamos, sauces y olmos, junto con un monte frutal. También sumamos animales bovinos: los herbívoros son claves en un agroecosistema. Naturalmente, son animales que tienen el comportamiento de una presa y se mueven en manada. Pastorean intensamente un lugar y siguen su recorrido. Así, abonan el suelo y retornan al mismo lugar después de un descanso suficiente. Por estas razones, sembramos pasturas diversificadas -que imitan un pastizal natural-, agrupamos a los animales y dividimos el campo en muchas parcelas. El rodeo pastorea cada una y vuelve al mismo espacio después de un descanso planificado. Este descanso permite que el forraje crezca y pueda semillar, transformándose con el tiempo en un pastizal natural.  En la multiplicación de las semillas es importantísimo el rol de las abejas, por eso también incluimos colmenas en las producciones. El diseño productivo (secuencias de cultivos) se proyectó a cuatro años y fue acompañado por técnicos de la Agencia de Extensión Rural (AER) de Lobería, Ingenieros/as Agrónomos/as allegados /as a mi familia y por investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (UNLP).

Agroecología como movimiento social

La agroecología es un movimiento social formado por miles de agricultores/as y consumidores/as que funcionan en red. También, por una comunidad científica que sistematiza y acompaña los resultados de esta nueva disciplina en todo el mundo. Este movimiento considera a la agroecología como algo más amplio que un modo de producción, en función de un fuerte compromiso social y ambiental: ideas y propuestas vinculadas al asociativismo; arraigo y revalorización de la cultura rural; equidad de género; visibilización del rol de las mujeres rurales; y desarrollo de una economía local desde la producción, la transformación y el consumo de alimentos.

Un desafío de la juventud

En nuestro contexto, la agroecología se presenta como una alternativa en expansión de una ruralidad que produce alimentos que generan salud y trabajo local, y que revaloriza el “saber hacer” de las comunidades. Propone el desarrollo de sistemas productivos rentables, sin comprometer los bienes comunes de las próximas generaciones. Una forma de producir que regenera los ambientes, a bajos niveles de dependencia de insumos, adaptable a todas las escalas y a todo tipo de producción. Asimismo, nos invita a tener nuevas maneras de vincularnos con la naturaleza y entre las personas, como nuevas formas colectivas de construcción del conocimiento y nuevos vínculos entre el campo y la ciudad. Por todo esto, defiende el derecho de los seres humanos al acceso a la alimentación y a vivir en un ambiente sano.