Prometer con el corazón: el acto que nos une a la bandera y a la emoción más genuina

60
Cada 20 junio, con la llegada del Día de la Bandera, los patios escolares se llenan de emoción. Pero hay un momento, profundamente simbólico y profundamente humano, que destaca entre los actos escolares del calendario: la promesa a la bandera. En estos días, miles de estudiantes de 4º año del Nivel Primario y de la modalidad de Jóvenes, Adultos y Adultos Mayores pronunciaron esas dos palabras que resuenan con fuerza: «Sí, prometo».
A simple vista, podría interpretarse como un simple acto protocolar. Un rito más dentro de la vida escolar. Pero hay algo que sucede en esos segundos que trasciende las formalidades: los ojos de los niños se agrandan y en sus labios se dibuja la promesa más pura y luminosa. Es un compromiso que no se entiende con la razón, sino con el corazón.
Las banderas flamean en lo alto, pero es en el pecho de cada uno de estos chicos donde verdaderamente se izan, sostenidas por la inocencia, la emoción y la esperanza. En ese instante, los padres observan con ojos brillosos y la mayoría sostiene el teléfono para capturar una foto o un video, intentando atrapar un instante que ya es eterno.
Para muchos puede parecer una simple ceremonia, una tradición repetida año a año. Pero ver el orgullo reflejado en cada rostro infantil, la emoción compartida entre generaciones y la solemnidad con que los chicos repiten esas dos palabras, conmueve el alma. Detrás de ese momento hay valores que nos unen: el amor a la patria, la pertenencia, la identidad y, por sobre todo, la idea de comunidad.
También es valioso ver cómo los adultos que transitan su camino educativo, muchos por primera vez, hacen su promesa con una mezcla de humildad y convicción que estremece. Porque nunca es tarde para abrazar los símbolos, para pertenecer, para comprometerse.
Y quizás esa sea la enseñanza más poderosa de este acto: que hay gestos que nos igualan, que nos recuerdan que todos somos parte de algo más grande, y que en un país tan diverso como el nuestro, aún podemos reconocernos en una bandera y en un “Sí, prometo” dicho con el alma.
Ojalá sigamos celebrando estos momentos como lo que son: pedacitos de historia personal que se funden con la historia colectiva, faros de identidad que iluminan generaciones enteras.
Carlos Laboranti, director ejecutivo