¿Por qué perdurar en nuestra zona de confort?  

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Cada uno de nosotros tenemos nuestros propios límites interiores dentro de los cuales nos sentimos cómodos y seguros: la zona de confort. Precisamente estas limitaciones hacen que nos aferremos a las relaciones que ya no funcionan, al trabajo que no nos satisface e incluso a la manera típica de pensar. Pero la vida pasa y se nos antojan emociones nuevas, eventos nuevos o simplemente algunos cambios.

Podrías pensar, ¿qué tiene de malo el confort y la seguridad? Nada, salvo el hecho de que nos impide el desarrollo y dificulta el aprendizaje de algo nuevo.

Afuera de la zona de confort está la zona de riesgo. Una salida razonable más allá de la zona de confort a la zona de riesgo es una condición necesaria para el desarrollo de cada persona. Por lo general, cuanto más joven es una persona, más fácil y con más ganas expande su zona de confort.

Es fácil darse cuenta si te estancaste en tu zona de confort según tu reacción a cualquier situación nueva, no importa si la enfrentas en realidad o si simplemente pensaste en ella. La reacción puede ser completamente diferente: el entusiasmo, la curiosidad, el interés, la preocupación, pero el miedo es la indicación más clara de que no quieres salir de tu zona de confort.

¿Cómo salir de la zona de confort? La condición más importante es que te des cuenta de que realmente estás atrapado en ella. Si no lo reconoces, no podrás avanzar.

Es fundamental asimilar la idea de que nos encontramos atrapados y estancados y que necesitamos salir fuera de los límites de la situación actual y determinar nuestra zona de confort. Es nuestro trabajo, nuestro negocio, las relaciones estables que no nos dan satisfacción, la ciudad y la casa donde vivimos; todo esto podría ser la zona de confort que ya no nos conviene, pero los cambios nos atemorizan y no hacemos absolutamente nada para cambiar nuestras vidas.