Hace unos días, nuestro portal informaba sobre un nuevo aporte de la Asociación Cooperadora del Hospital Municipal de San Cayetano. Esta vez, la donación incluyó un monitoreo ambulatorio de presión arterial, instrumental quirúrgico, mobiliario para los dormitorios de internación, material didáctico y otros insumos clave para el sistema de salud local, con una inversión superior a 5.700.000 pesos.
Sin embargo, la cifra económica, aunque significativa, no es el foco de esta reflexión. Podrían haber sido 500.000 pesos o 20 millones, el valor real de esta noticia trasciende los números y nos invita a pensar en el esfuerzo silencioso de quienes trabajan incansablemente en las cooperadoras de hospitales. Su labor es un pilar fundamental en cada una de nuestras comunidades, y sin su compromiso, muchas de estas instituciones tendrían dificultades para ofrecer la atención que merecen los vecinos.
El caso de San Cayetano es solo un ejemplo de un movimiento solidario que se repite en Necochea, donde la cooperadora lideró la obra civil para la instalación del tomógrafo en el Hospital “Dr. Emilio Ferreyra”; en Lobería, donde recientemente se donó una mesa de anestesia y camas eléctricas para la unidad de terapia intensiva; en Balcarce y en tantas otras localidades de la zona. Allí, de manera discreta pero constante, las cooperadoras hospitalarias refuerzan los esfuerzos del personal de salud, gestionando recursos, adquiriendo equipamiento indispensable y promoviendo mejoras edilicias.
Estas asociaciones no solo representan un puente entre la comunidad y los hospitales, sino que también simbolizan el espíritu de solidaridad que caracteriza a muchas localidades del interior. Son vecinos comunes que, en lugar de esperar soluciones externas, deciden tomar acción y movilizar recursos para mejorar el sistema de salud. Su dedicación es un ejemplo de que, cuando la voluntad y el compromiso se unen, se logran cambios concretos que impactan en la vida de miles de personas.
A pesar de su importancia, en muchas ocasiones las cooperadoras hospitalarias trabajan con poca visibilidad y escaso reconocimiento. Sus esfuerzos merecen ser destacados, no solo como una muestra de gratitud, sino también como una manera de generar conciencia sobre la relevancia de su tarea. Apoyarlas, difundir su labor y, en la medida de lo posible, contribuir con ellas es una forma de fortalecer el acceso a una salud digna para todos.
Cada una de estas acciones refleja el compromiso de ciudadanos que, sin esperar nada a cambio, trabajan por el bien común. Son gestos que nos recuerdan la importancia de la solidaridad en tiempos en los que muchas instituciones luchan por mantenerse a flote. El disparador de esta columna fue la donación realizada en San Cayetano, pero bien podría haber sido cualquier otra. Porque lo que realmente merece reconocimiento no es solo un acto puntual, sino una dedicación constante y admirable.
Es tiempo de valorar y apoyar a quienes ayudan a sostener nuestras instituciones de salud desde la comunidad. Son ellos, los voluntarios que integran las cooperadoras hospitalarias, quienes nos demuestran que el compromiso y la empatía pueden transformar realidades.
Carlos Laboranti, director ejecutivo