El dilema de la institucionalización

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El Dr. Lucas J. Corral, es médico especialista en geriatría y especialista en clínica y medicina interna. Nació en Juan N. Fernández y se formó en la ciudad de Buenos Aires. Actualmente reside y se desempeña como profesional en CABA siendo uno de los geriatras del hospital Carlos G. Durand y director de Residencia Magnolia Suites y Residencia Meritá de dicha ciudad.

Cuando el prejuicio o la culpa ganan

Como geriatra comenzaré esta editorial aclarando que siempre se recomienda y se prioriza que el adulto mayor con discapacidad, transcurra su vida en su domicilio. La frase “no hay lugar como el hogar” parece la mejor definición de donde nuestros viejos deben vivir plenamente, tengan o no, patologías asociadas.

Sin embargo, muchas veces, nos encontramos con situaciones individuales que van desde la discapacidad puntual del adulto mayor, la resiliencia emocional del/los cuidadores principales, o la situación económica y de dinámica familiar que plantean escenarios complejos para que el anciano viva plenamente en su domicilio.

  • Cuando nos referimos a la discapacidad de nuestros viejos, hablamos de los tipos de enfermedad crónica que hacen que requieran un cuidado permanente.
    • Las enfermedades mas típicas con requerimiento de asistencia son; el deterioro neurocognitivo mayor (que engloba a todos los tipos de demencia incluida la mas conocida por la población general, el Alzheimer); otras enfermedades neurológicas como el Parkinson o las secuelas del ACV; las discapacidades motoras por traumatismos o de otra causa, y; la insuficiencia cardíaca avanzada o la EPOC con requerimiento de oxígeno; etc.
    • El deterioro neurocognitivo, es sin duda la más difícil de manejar en el domicilio y es actualmente la principal causa de institucionalización geriátrica. La principal dificultad de este grupo de patologías (las demencias) es que cursan con una característica común, la ANOSOGNOCIA, que significa la falta de conciencia de enfermedad por parte del paciente que la padece. En estos casos se vuelven muy frecuentes las expresiones de “no se por que me queres poner alguien que me ayude si puedo solo?” “Deja que yo me manejo como quiero” “A mi no me pasa nada” poniendo a prueba los recursos de los cuidadores y sobre todo su paciencia.

 

  • Pasando a la resiliencia de los cuidadores principales, vemos que los cuidadores que están solos a cargo del adulto mayor tienden a claudicar con el tiempo, por lo que se requiere que la tarea de cuidado este compartida con otros familiares y de ser necesario el apoyo de profesionales en el cuidado del adulto mayor.
  • Finalmente la situación económica/dinámica familiar muchas veces pone en jaque la eficacia del cuidado en el domicilio. Son innumerables los casos donde hay voluntad de cuidado pero no hay tiempo, y si se dedica el tiempo, entonces, no ingresa el dinero.

El prejuicio:

“Depósito de viejos”, maltrato, abandono, aislamiento. Estas palabras forman parte del imaginario colectivo sobre las residencias geriátricas u hogares de ancianos. Si bien todavía vemos en las noticias algunos ejemplos nefastos que apoyan este prejuicio, lo cierto es que las residencias geriátricas están cada vez mas reguladas en favor de la salud y el bienestar de los ancianos que las habitan. Hay leyes básicas como habilitaciones, regulaciones de trabajo calificado y derechos y garantías para los residentes que se deben cumplir para poder funcionar como residencia geriátrica.

Obviamente va a haber diferencias entre distintas residencias con perfiles que van desde hogares familiares hasta instituciones con una orientación mas clínica y de llegar el momento de elegir por una, se debe tener en cuenta las preferencias del anciano y la de los cuidadores principales.

Las residencias geriátricas no son lugares de aislamiento, sino, todo lo contrario, son instituciones de puertas abiertas (hoy con restricciones por la pandemia de COVID, pero es circunstancial) y lugares donde los ancianos, que en sus domicilios estaban solos, o con baja interacción interpersonal, encuentran en las residencias geriátricas un entorno de pares y actividades para compartir e interactuar.

La manera de estar seguros de la calidad de atención en los hogares de ancianos es constatar  la habilitación municipal y las referencias de los familiares de los residentes, ya que son ellos los principales auditores del lugar

La culpa:

El sentimiento de estar defraudando a nuestro viejo por no poder cuidarlo en casa, el miedo al que dirán nuestros conocidos o sentir que “dejarlo” en una residencia es abandonarlo, son parte de lo mismo, la culpa. Sin embargo es prioridad pensar en que es lo mejor para la salud física y emocional tanto del anciano como de su familia en conjunto y nunca de manera individual.

Si nos concentramos solo en forzar los cuidados en casa, pero no tenemos en cuenta la sobrecarga del cuidador o la imposibilidad de disponer del tiempo o los recursos, los cuidados domiciliarios fallaran tarde o temprano, en la calidad de atención o en la salud de los cuidadores.

Para evitar esta instancia siempre es conveniente hablar de estas posibilidades desde antes de la necesidad de cuidados permanentes. Debemos entender hoy que el momento de enfrentar nuestras vejeces es ahora y no cuando seamos viejos.