Después de la Pandemia el mundo será diferente, ¿pero cuál será la diferencia?

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Ya hemos escuchado varias veces decir que después de la pandemia de coronavirus, el mundo será diferente. Hay quienes afirman que será mejor, otros creen que será peor y algunos que señalan que las cosas seguirán igual. Quizás la más riesgosa de estas tres vertientes es la de los optimistas. Si el mundo mejora, los pesimistas también serán beneficiados de esa transformación venturosa. Saldrán ganando. Si no cambia, los desconfiados se verán confirmados en su apuesta. Pero los optimistas corren con desventaja. Dos posibilidades contra un: están convencidos de que el virus llegó para enseñarnos otra manera de vivir, que nos puso de frente a nuestra insensibilidad, al destrato irresponsable hacia el medio ambiente, al egoísmo consumista. Creen que será el despertar de una nueva humanidad, solidaria, sensible, empática, cooperativa, en un mundo más justo y equitativo. Son portadores de consignas como «nadie se salva solo», «cuidarte es cuidar al otro», «todos nos necesitamos», etcétera.

Lo que se sabe, es que las interminables cuarentenas han dejado agobio, hartazgo, depresión, desesperanza y variados efectos colaterales en materia económica, vincular, y de salud física y mental. Se sabe que el mundo será más pobre, que las desigualdades se han mostrado en toda su crudeza y se profundizaron en muchos aspectos. Y no hay evidencias de que los egoístas, los narcisistas, los corruptos, los manipuladores, los violentos, los desentendidos del bien común y los depredadores estén realizando actos de contrición que los devuelvan a la vida transformados.

Por eso es importante preguntarnos ¿Qué sociedad queremos ser? ¿A quiénes nos urge abrazar y besar para seguir vivos? ¿Qué responsabilidades queremos asumir? ¿Cómo negociaremos de manera crítica con la tecnología para que nos sirva y no se sirva de nosotros?¿Qué volveremos a comer y cómo trataremos de vivir y a qué privilegios querríamos renunciar? ¿Cuándo estaremos éticamente dispuestos a reconocer la existencia de los otros, los diferentes, los que nos descolocan? ¿Qué queremos ser? ¿Qué colectivo queremos ser? No habrá un mundo mejor solo por desearlo. Para transformar el afuera hay que empezar por adentro.

 

Nota editorial por Carlos Laboranti