Educar con valores

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Es muy frecuente oír hablar de lo que parece ser una crisis de valores en nuestra sociedad. Se habla de juventud desmotivada, sin compromiso social, hedonista, donde el placer, la consecución rápida del éxito, las actitudes egoístas, priman sobre la fuerza de voluntad, el esfuerzo, la participación, el altruismo y los logros a largo plazo. Por otra parte, también hay una parte de la juventud muy implicada en acciones de voluntariado, comprometida con ayudar a los demás, participativa y comprometida con planes de vida donde valores como la justicia, la tolerancia, el compromiso con la sociedad, y con la naturaleza, juegan un papel importante. A pesar de ello, sí parece haber un grupo importante de jóvenes bastante perdidos en cuanto a los principios que quieren que guíen sus vidas, que no tienen una dirección clara hacia donde quieren ir, donde los necesarios valores que todos necesitamos para orientarnos están ocultos o no existen.

Las instituciones educativas se definen a sí mismas con una serie de principios esenciales que guían su labor educativa, la importancia del equilibrio entre el desarrollo cognitivo y el desarrollo emocional. Pese a ello, pensamos que hay que sacar esos valores fundamentales de los documentos institucionales, y convertirlos en realidad en las aulas, los recreos, los comedores y en la relación profesor-alumno. De la misma manera, en las familias, la mayor parte de las cuales tienen más o menos claro cuáles son sus principios morales fundamentales, creemos que es tiempo de que esos principios estén presentes, de forma implícita y explícita, en la vida cotidiana. Los niños y adolescentes deben conocer los valores que se les quieren transmitir, deben ser capaces de hablar de ellos, de saber lo que significan, reflexionar sobre si sus conductas o sus decisiones están en acorde con esos principios o no, y si no, analizar por qué toman sus decisiones.

Los valores que acompañen en la vida a cada persona pueden ser diferentes para cada uno de nosotros, pero ser conscientes de ellos y asumirlos es fundamental para llevar una vida coherente, con una dirección clara y con posibilidades de realización y satisfacción personal.

El colegio, la familia, deben fomentar de forma muy clara, de forma activa, la reflexión sobre las motivaciones que a cada niño o adolescente le mueven para tomar las decisiones que toma. Tomar conciencia de lo que supone para los demás, para el propio futuro, para la vida, las decisiones que se toman, es parte esencial de la educación para la vida adulta.

Carlos Laboranti, Director Ejecutivo