¿Silencio interno o diálogo tóxico? Las claves de la espiritualidad

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Diálogo interno: dícese de esa voz que permanece activa en la mente, aunque nuestra boca no emita sonido. Para muchas tradiciones orientales, esa actividad constante podía ser tóxica o alienante.

Como parte de un entramado mayor, nuestra mente, funciona armando líneas de pensamientos como olas en el interior que fluyen de manera constante. Es súper habitual conversar con nosotros mismos, analizando, sacando conclusiones y adelantándonos a lo que vendrá. En esos diálogos internos conviven distintas voces (positivas o negativas). Según el estado emocional o anímico que tengamos, y hasta por cuestiones físicas y químicas del organismo, variará la intensidad del movimiento mental generado.

Podemos experimentar una catarata de palabras, reflexionar con mucha tranquilidad o gozar de unos instantes de silencio. Tanto influye esto en nuestro bienestar, que los antiguos se han dedicado a estudiar estos comportamientos, le han llamado «diálogo interno» a esa voz interna que muchas veces nos distrae de la observación de la realidad concreta que nos rodea.

La mente, la consciencia y las emociones

La mente utiliza un vehículo de proceso y almacenamiento de la información que es el cerebro, pero los científicos tratan de saber en qué parte del organismo se encuentra y no llegan a una respuesta.

Además de la mente existe la conciencia individual, un “yo” que opera por sobre todo. La conciencia es la parte mental asociada con la voluntad de la persona y es la que decide con cuáles de esas líneas de pensamiento que la mente propone, se va a continuar el diálogo. Elije sobre qué tema se va a conversar, qué asunto se va a analizar. En ese sentido la conciencia es el estado superior de la mente concreta. Claro que durante mucho tiempo podemos pensar que estas partes que trabajan coordinadamente son lo mismo,

pero no es así. Buena parte del entrenamiento en meditación es acerca de diferenciar estos dos aspectos de “uno mismo”: uno es automático y el otro es voluntario.

La mente utiliza pequeñas cantidades de energía en cada uno de los pensamientos que crea. Si esos pensamientos están en fuga permanente, desperdiciaremos buena parte de la energía de nuestro cuerpo: aquella que utilizan los pulmones, el corazón, los riñones y todos los órganos para funcionar.

Si sumamos a esto el componente «emoción» según el tipo de pensamiento evocado, nos damos cuenta de que también se nos fuga energía de esa manera. Si tenemos un pensamiento de catástrofe, disparamos la emoción «miedo». Lo cual implica otra demanda energética mayor.

Esto lo podemos observar cuando pensamos o nos juzgamos negativamente sobre algo, por ejemplo: “no voy a poder hacer ese recorrido”, entonces, puede que ni lo comencemos ya que la frustración anticipada limita la acción. El diálogo interno construye realidades que viviremos irremediablemente y la única manera de dirigir ese diálogo hacia el lugar correcto positivo y creativo es observarlo y modificarlo desde su gestación.

Ese diálogo interno que nos guía y nos permite en muchas situaciones dirimir entre lo bueno y lo malo, entre blanco y negro, por citar un par dicotomías, que hacen que cada uno,desde su ser interior pueda discernir…. Ese discernimiento es la la piedra angular de la educación en la época en que vivimos, donde tanto el contenido de la información cómo los medidos por los cual está disponible trascienden y trastocan permanente valores, sentimientos, emociones y en el ámbito social a las culturas. “Es por eso que hoy más que nunca tenemos que desarrollar nuestra capacidad de discernir….”